miércoles, 10 de mayo de 2023

La vida adulta, lo llaman

EXT. TERRAZA – ATARDECER


Ella, recién estrenados los 30, me pregunta qué es ser adulta y yo, en el ecuador de la misma década, no se que contestar. 


CORTE A:


Formamos parte de ese mal llamado generación Millenial, los nacidos entre el 81 y el 95, hijos del baby boom, la que dicen que somos la generación perdida. Somos también los primeros que nacimos bajo la premisa de una igualdad consagrada en nuestra Constitución. No la votamos, no la luchamos, simplemente cuando llegamos, ya estaba ahí. 

Somos los early adopters, nostálgicos del Club Megatrix y los tazos, conocimos las pesetas y la entrada del euro y compartimos, igual que nuestros padres, los juegos en la calle. Probablemente en esto último terminen las similitudes de vida con la generación que nos precede. Nuestros padres, los Boomers, educados con cierta rigidez y enfocados en los logros profesionales y familiares, tienen más en común con sus padres que nosotros con ellos. Nos separa una generación pero el salto es abismal; a nuestra edad, la concesión de una hipoteca no les quitaba el sueño y ya nos tenían “creciditos”. No me malinterpretéis, no pretendo dulcificar ni idealizar las problemáticas a las que tuvieron que hacer frente, tampoco victimizarnos. Hablo del vacío que nos separa, de la falta de referentes a la hora de afrontar una vida adulta que en nada se parece a la suya. Sus 30 no son los nuestros. El mundo, la vida, ha cambiado en los últimos 50 años a un ritmo vertiginoso, hasta el punto de tener que redefinir qué es y qué se espera de nosotros en esta etapa de madurez. La vida adulta, la llaman. Y nosotros nos preguntamos qué es ser adulto ¿Tener una hipoteca a 40 años? ¿Formar una familia? ¿Comprar un SUV? ¿Jubilarte en la empresa en la que llevas trabajando toda la vida? Si así fuera, si estos son los elementos comunes para hacer check en la vida, mi generación vivirá en una eterna adolescencia. No por voluntad propia, claro, no porque seamos unos rebeldes inconformistas, vagos maleantes o temerosos del compromiso, sino más bien porque esas premisas se han quedado estancas, inmutables, obsoletas y ajenas al transcurso de un ritmo de vida asfixiante que no da tregua. La parcialidad y temporalidad de los contratos, la inestabilidad laboral en su conjunto y el terrorífico postulado capitalista que nos valora en función de lo que somos capaces de producir, nos secuestra las posibilidades de ahorro y estabilidad y, por lo tanto, de llegar a objetivos cada vez más inalcanzables. 


Hablar de la vida adulta en esos términos implica abstraerse de nuestra propia realidad y compararnos con una ya caduca. No somos esos ¿A caso queremos serlo? Tal vez la respuesta consista en cambiar la pregunta. 


Y extender el concepto de familia a una red de seguridad más amplia, menos jerarquizada donde las amistades, como soportes presentes y futuros, cojan más peso.


Y hablar de la cocrianza y de espacios compartidos de verdad, y no de los búnkers-colmena que se hacen llamar viviendas residenciales donde nadie se sabe el nombre de su vecina. 


Y desprendernos de la obsesión por la propiedad, herencia de la posguerra, a la que tanto nos aferramos buscando seguridad.


(Porque ¡Ay, la seguridad! Menudo melón generacional. Los Millennials, a caballo entre el psicólogo y el lorazepan, expertos en ansiedad. Bastante bien estamos)


Tal vez ser adulta no tenga nada que ver con esto.


Tal vez todo se reduzca a hacer lo que buenamente podemos con lo que tenemos, que no es poco; a disfrutar de lo que nuestros padres no tuvieron, a mirar hacia delante sin buscar la aprobación de los que hoy no entienden y a no ser el reflejo de unas vidas que ya nunca serán las nuestras. 


-No sé, cariño, no tengo la respuesta. Sospecho que desconocerlo no tiene tanto que ver con ser o no adulta, sino más bien con ser humana.


Y está bien también. 


FUNDIDO A NEGRO


sábado, 21 de mayo de 2022

A tu VERA

A la familia Vera


Algo más que un apellido, 

Vera es pertenencia. 

Sentirse parte de un club 

que por suerte no es secreto; 

sus puertas siempre están abiertas. 


Te acogen y arropan

te sientan a la mesa. 

Son como el Madrid de las familias; 

todo el mundo que llega deja de ser extranjero 

y en seguida se siente parte de la casa. 


Pasen y vean

que los Vera también son espectáculo y arte; 

música, literatura y cine

que cuando no hay una guitarra por medio

hay una cámara

un vídeo 

o una idea loca que contagia. 


Los Vera también son pasión y debate; 

cualquiera que los haya visto en EL PATIO 

-monumento nacional de los reencuentros familiares-

sabrá que ellos juegan en otra liga 

donde los decibelios van a parte. 


Vera es más que un apellido,

es motivo de tatuaje

porque hay amores que se sienten tan adentro 

que hay que escribirlos en la piel. 


Vera es también la voz quebrada 

de quien, estando lejos, habla de los suyos

Y es justo ese orgullo el que embriaga. 


Enamorarse de un Vera 

es hacerlo también de su familia. 


Hay apellidos que se llevan con gallardía

que se reivindican como identidad 

y se ondean como bandera. 


A veces una es Vera por filiación 

y otras por suerte; 

esa que te coloca de prestado 

durante un tiempo en la misma mesa

en los mismos viajes. 


Cuando te toca lo segundo

-como a mi-

da igual el tiempo que pase. 


Hay conexiones que nunca se pierden 

porque hay familias que marcan. 

sábado, 14 de mayo de 2022

Mi playa en Madrid

Y yo le dije:

-Ojalá nunca nos falte

una carcajada salada

una playa en febrero

un rincón en tu risa

una orilla en mi espalda


Y os juro que lo sentía y deseaba, 

fue tan real que a veces me pellizcaba.


Pero luego vino la vida 

y nos arrasó

y deshizo los parasiempre 

y los convirtió en hastapronto


Se me amontonaron las despedidas

y en mis hombros cargué el peso 

de un adiós que nadie planea 

cuando hipoteca su futuro a un cuerpo 

que no le pertenece. 


Ella fue mi playa en Madrid

y durante muchos años

desperté cada mañana

escuchando gaviotas

a su lado. 

domingo, 8 de mayo de 2022

Una vez quise por encima de mis posibilidades

Ella era mujer de huida y vuelta
de esas de las que escapar es cuestión 
de vida o suerte.

Tenía nombre de huracán 
apellido de cantante
una pecera por cama
la sonrisa en los ojos
y el pelo de palmera y algas.

La miel en los besos
la traición en los labios.

El silencio por bandera,
una pena muy adentro.

Era desorden y tormenta
mi paz y mi guerra. 

Sus huellas eran cadáveres
se curaba con tiritas de animales 
y estaba llena de parches
con nombre de mujer. 

Total 
            y
                 absolutamente 
cero
recomendable. 

Y aún así
cuanto quise a esa mujer
que doliéndome 
me enseñó tanto

sobre mi. 

jueves, 5 de mayo de 2022

Incendios

Podría maldecirte por ello
pero solo puedo correrme cuando
te descubro al cerrar los ojos.
Elvira Sastre


A veces te busco bajo las sábanas
y te pienso entre las piernas. 

Te juro que hay flashbacks tan reales
que me cambian la cara 
y creo
que todo el mundo puede ver
el deseo que te tengo.

Entonces corro a casa
para correrme en mi cama 
pensando en tu cuerpo encajándome 
como si fuera puta magia. 

-aquello no era normal-

Tenía que haberte besado más
-me digo-
cuando ya casi se me olvida
el roce de tu lengua 
bajando por mi ombligo.

Menudo 
crimen 
no habernos
follado
más. 

Que tú y yo teníamos 
los mejores ingredientes;
química 
ganas
confianza
                  y muchas posibilidades. 

Esta noche echo de menos tus dedos
y pensaré en ti con mis manos. 

Ojalá me leas y hagas lo mismo. 


lunes, 2 de mayo de 2022

Madrid

Feliz aniversario, Madrid.
Hace dieciséis años cambié el mar por el asfalto
y descubrí que esta ciudad estaba llena de orillas.

Madrid, capital del país, y en la Plaza de España comencé mi viaje. 
Mi primer año contigo fue un noviazgo apasionado, de esos que te hacen perder la cabeza y las clases.
Enseguida nos casamos, porque Madrid, dicen, es un estado civil.

En Madrid se empieza de cero y se queda en el Kilómetro.
Es la ciudad de Sabina, a mitad de camino entre el infierno y el cielo.
Aquí salir a tomarse “una y ya” es echarle un pulso a la inocencia. Y perder.
Madrid nunca te será fiel, tiene insomnio y ganas de fiesta
“se emborracha fácilmente y siempre encuentra abierto un bar” y aún así le serás leal.

Es inevitable.

Madrid tiene la playa escondida en los bares de Malasaña y las paredes tatuadas de arte, de esfuerzos por comunicarse. 
Es una Mahou fresquita es una terraza de Lavapiés, un plan de tranqui que se te va de las manos y termina en San Ginés.
Madrid empieza con M de Manuela y tiene nombre de mujer, de todas de las que un día me enamoré descubriendo rincones; a Madrid le debo haber parido a mis grandes amores.

Madrid es Libertad (número ocho), un vermut y Marwan y Diego Ojeda.
Es la ciudad que recita a Elvira Sastre, escribe poesía en los baños de La Latina, se viste de Cayetano en Serrano y te canta en el Metro "Bruja con Pedigrí"

Madrid te espera en cualquier bar de Tribunal con una sonrisa y ya. Porque no hace falta nada más, el resto lo pone ella.
Es la niña de la Calle Pez, es Carabanchel, Vallecas, Chamberí.

En Madrid todo está al lado, aunque nunca sea verdad, pero a nadie le importa; así aprovechas y la descubres. Y si puedes subir a lo más alto, mejor. 

“De Madrid al cielo” no es solo una frase, es una actitud.

Madrid lo mismo te baila un chotis como te organiza un Europride.
Y si le buscas las cosquillas, ojo, porque Madrid se indigna y te acampa. 
Y te arropa,
te abraza,
te escucha
y se levanta por ti.
Porque tu también eres Madrid.
Esta ciudad te abre las puertas (la de Alcalá, la de Toledo) y Puri su mercería, que aquí hemos venido a disfrutar.
Pasen y vean.
Y quédense
como me quedé yo.

Tinerfeña de nacimiento 
madrileña de adopción.

sábado, 30 de abril de 2022

La chica de salitre y algas

Es raro escribirte desde un lugar 
en el que tú y yo ya no estamos.

Elvira Sastre

Las historias a medias

son las que se terminan

antes de empezar. 


Se conjugan en tiempo pasado 

y futuro imposible.


Llevan el cartel de no disponible

y están cargadas de intentos

y esfuerzos que dejan exhausta.


Atrapan

Retan

Agotan

Y destruyen.


Porque hay personas con las que

no existe posibilidad

por mucho que empeñes 

tu presente. 


El amor todo lo puede

-dirán los kamikazes-


Si puedes soñarlo, puedes lograrlo

-véte a la mierda ya, Mr Wonderfull,

deja de jodernos la cabeza-


Que yo ya se donde no es

por mucho que me esfuerce.

Lo que no quiero

por mucho que lo desee.

Lo que no voy a aguantar

por mucho que sea fuerte. 


Lo peor de las historias a medias

es el regusto amargo de esperanza

que dejan;


No pudo ser porque no era el momento.

Quizás cambie.

Tal vez vuelva.


Se alimentan de futuribles

y nunca acaban

porque siempre terminan. 


Las historias a medias son traicioneras.


Lo que no pasó, no volverá.

Lo que no fue posible, no lo será.

Lo que no te gustaba, no cambiará.

Lo que no pudo ser, deja de esperarlo.


No se puede reescribir 

lo que nunca sucedió

ni echar de menos

lo que no vivimos. 


Todo lo demás, 

expectativas no cumplidas.

martes, 26 de abril de 2022

Día de la visibilidad lésbica

Salí del armario hace ya 20 años, y que conste en acta que nunca me ha gustado esa expresión; jamás me dio tiempo a entrar. 

Tenía 14 años, vivía en Tenerife y por aquel entonces, en 2002, no conocía a nadie como yo. Supongo que esa sensación, la de sentirse diferente, es denominador común en cualquier adolescencia que se precie pero estoy segura de que se acentúa cuando no tienes referentes y vas a contracorriente. Mientras mis amigas tenían novio o lo buscaban, yo me sentía el bicho más extraño que habitaba sobre la faz de la tierra. Recuerdo sentirme sola e incomprendida, como si no hubiese un espacio para mi, como si yo mereciera menos, como si le diera vergüenza a otros, como si tuviera que sentirla yo. Nunca me callé, eso si. Si tenía novia lo decía, y si alguien se atrevía a llamarla amiga ya estaba yo para hacer la corrección pertinente en público. “Hay que educar a la gente” me repetía, como si tuviera la responsabilidad social de visibilizar y ponerle nombre a lo que otros querían ocultar. Esa irreverencia e incontinencia verbal, ese activismo cotidiano que me llevaba a ir de la mano por la calle, a besar en cualquier lugar, a no ocultarme y corregir a quien se atrevía a ningunearme me llevó en más de una ocasión a sufrir agresiones verbales y alguna que otra física. 

Siempre sentí que no encajaba, que mi vida era distinta, que no era como las demás. Y no me equivocaba, claro, porque obviamente yo era diferente, porque ser mujer y homosexual te enfrenta irremediablemente a un estado patriarcal y heteronormativo. 

Ha pasado mucho tiempo, sí, las leyes han cambiado, las mujeres del ámbito público se han hecho referentes, las series y el cine han introducido tramas y personajes de lesbianas y aquella realidad de 2002 ahora, no por suerte sino con mucho esfuerzo, es diferente, aunque no suficiente. 


A veces me abruma ser consciente de cómo aquellas batallas configuraron, en gran medida, mi manera de ser, de relacionarme, de protegerme.


Siento orgullo por muchas cosas en mi vida, la de ser lesbiana no es especialmente una de ellas; no es mérito propio, es algo que forma parte de mi, pero sí me enorgullece ser parte de un colectivo cada más fuerte y comprometido, que se hace hueco y alza la voz.

Porque no estamos solas, queridas. 

Somos muchas. 

Y no nos van a callar. 

La chica martes

Una vez me despedí en diferido

de la chica martes 

un domingo.


Viví en una burbuja en Vallecas

y conocí a sus amigos y familia a través 

de su boca y fotos.


Exprimí naranjas y momentos en su casa

adoptamos un limonero

y me compró paracetamol.


Nos mudamos de mentira

sabiendo que era ficción

y compartimos vulnerabilidades

en el cuello, sofá y edredón. 


Nos dio tiempo a casi todo,

también a remolonear. 

Y qué gusto, joder, 

hacerlo en su pecho 

y sin prisas.


Una vez conocí a la chica martes

me tocó la guitarra sin saber

y ahora dice gracias cuando alguien

le recuerda lo genial que es.


La chica martes se mueve en bici

ha sido payasa

tiene cuatro hermanas

una sobrina prioridad

tomate triturado en la nevera

un pueblo de recuerdos

una terraza gigante 

un proyecto de huerto

un TOC con el fregadero

una mochila consciente

una sonrisa preciosa

un rapadito mordible

una tripilla gorila

los ojos verdes 

y la necesidad de sentirse y estar

con ella. 


Una vez conocí a la chica martes

y un día a la semana no bastó

porque con ella dan ganas

de pasarse el resto de días 

y hacerlo sería un error.


La chica martes lo sabe tan bien

como yo.


Por eso despedirnos sin quererlo 

es un gesto enorme de amor y respeto.


Me da coraje que no la conozcáis 

pero hay historias y personas 

que son de una y de nadie más. 


Si un día os la encontráis cerrando bares

trabajando para los demás,

o hablando del poder de la colectividad

con pasión y solidaridad

decidle de mi parte lo importante:


Que los martes ahora se escriben con L

que ha sido una suerte no buscada

que la pienso y sonrío

que la guardo en una caja de sinceridad

donde solo cabe lo bien hecho

y que, si no nos volvemos a cruzar, 

que precioso ha sido (pre)quererla

bien y en libertad.  

Sobre el adiós y las despedidas

¿Que es más difícil, quedarse cuando alguien se va o decidir marcharse cuando te quieres quedar? ¿Aceptar la partida de otro o emprender el camino de ida sin vuelta? ¿Están las despedidas sujetas al destino o es la muerte el único adiós definitivo? ¿Debemos prepararnos para aceptar un punto y final aunque exista la posibilidad de que el tiempo lo convierta en punto y aparte? 

Crecer es aprender a despedirse. Identificar donde no es y salir de ahí porque ya no. Sin embargo, nadie nos enseña a despedirnos. A la gente se la termina conociendo por su manera de marcharse y hay finales que empañan cualquier pasado. 

Más importante que el qué es el cómo; cómo te vas, cómo lo dices, cómo lo cumples. Hay una diferencia enorme entre irse y abandonar; lo primero puede ser un acto de amor (propio o ajeno), lo segundo es cobardía disfrazada de crueldad. Que se mueran los que se marchan sin más, qué menos que decir que te vas. 

Hay quienes se quedan cuando hace mucho que se fueron, de cuerpo presente y corazón futuro, estar sin ser. Aguantar por miedo a soltar.

Otros se van sin mirar atrás, huida hacia adelante y donde dije digo ya no digo nada más. Mutis por el foro que esto ya no va conmigo. 


Una vez me despedí tantas veces de la misma persona que creí ganarle el pulso al adiós. Y perdí. Hizo falta agotar la esperanza y pasar el duelo para volver siendo otras diferentes, alejadas de aquellas que fuimos y ya no somos. A veces pasa, pero no creo que sea lo común. 


La mayoría de las veces no he sabido marcharme a tiempo. No he sabido, ni siquiera, identificar que ya no quería estar, primer paso para emprender cualquier viaje.


Qué difícil es decir adiós, qué difícil irse, que difícil quedarse cuando te despiden, pero qué necesario saber hacerlo. 


Y mantenerlo cuando consigues marcharte. 

Tenía nombre de huracán

Tú me has perdido
y yo me he salvado de ti.

Al final

                he salido

                                   ganando.

Ahora que ya no

Quería decirte 
que Madrid se recompone tras el huracán de tu marcha

Que ahora miro a mis monstruos por encima del hombro
y cada paso que doy
                               retumba
                                           por la ciudad
                                                             que abandonaste.

Que sigo sin hablar idiomas
porque jamás entenderé el lenguaje de las despedidas;
que el error no fue perderte,
fue dejar que te marcharas.

Que si no te digo nada es por no molestar,
que no hay nada más triste que las frases a medias
a 1.500 kilómetros de pena.

Que a veces pienso qué habría pasado
si no me hubiese equivocado tanto.
Tal vez seguirías aquí
conmigo,
en mi.
Y luego me doy cuenta de que eso solo habría retrasado
todos mis desastres.

Que hay historias que es mejor terminarlas
antes de que acaben con uno mismo
Empezar de cero.
Levantar el vuelo.

Que tu tenías que mudarte de mi
que yo estaré sin ti
pero se que tu estarás mejor.

Quería decirte
a ti, el pedazo de mi
que vive entre tulipanes,
que cuando subo al cielo de Madrid
te recuerdo entre frases de Sabina.



jueves, 8 de septiembre de 2016

Proposiciones (in)decentes

Puedes cambiar las sábanas las veces que quieras 
pero eso no cambiará lo que hemos hecho. 
Puedes ducharte hasta la saciedad 
pero el jabón no nos borrará de la piel. 
Puedes fingir que estuvo mal
que no fue lícito
ético o moral.

O puedes admitirlo 
                             y si quieres, repetimos. 

sábado, 25 de junio de 2016

Explicaciones

Hace tiempo que no escribo
y no es que me haya quedado muda de adjetivos
que describan las miradas que me echas cuando sonrío

No, no es eso.

Mis manos siguen siendo perfectamente funcionales,
y aunque no tecleen nuestras historias conocen a la perfección
las teclas que funcionan contigo.

Tampoco es cuestión de prioridades
porque sabes que para mi el mundo va detrás de tus andares,
así que olvida los motivos que no estén a tu altura
y no busques la respuesta en otros cuerpos
porque yo solo tatúo historias en tu ombligo.

Le contaría a todos
                              
                            todo el tiempo
             
                                                 lo que significa

estar contigo.

Pero entonces te miro y pienso
que escribiendo todo esto perdería el tiempo.

Y yo solo quiero perderme contigo. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Estupidez humana

La venganza no puede extinguir las creencias, 
no podemos disparar pensamientos, 
ni bombardear una idea.

Hemos entrado en el juego de la guerra, 
en el ojo por ojo que provoca ceguera; 
no vemos más allá de las desgracias 
que han provocado nuestras propias fronteras. 

Me duelen los muertos de la ignorancia,
la intolerancia que provoca distancias,
y construye muros en las miradas.

Me duele la falta de calidez humana.

Combatir la violencia con bombas
es apagar fuegos con metralla,
es el colmo de la estupidez humana:
creerse libre con las manos atadas.

domingo, 30 de agosto de 2015

Siria

Me duele Siria en los huesos
Los músculos de la compasión se me agarrotan
y se me atraganta el nudo de la esperanza.

Rabia,
que me recorre las venas y me satura las arterias.

Rabia,
que se baña en las lágrimas de los ojos del terror
de quienes huyen de la muerte
y se encuentran con los muros de la desesperanza.

Rabia,
que me avergüenza del primer mundo,
de las banderas y nuestras murallas.

Rabia
Rabia
Rabia

Y se me nublan los sentidos,
se me seca la boca al escuchar sus gritos,
y me quedo sin habla ante el dolor de sus caras.

Me duele Siria en el corazón.
Las articulaciones de la solidaridad se resienten,
y el picor de nuestros políticos infames, 
y terroristas, 
y desalmados, 
me arrancan la piel de la impotencia
y me pregunto qué es ser-humano.

Me duele Siria en el alma
y no le encuentro cura al dolor de su pueblo
Y eso me mata.