martes, 26 de abril de 2022

La chica martes

Una vez me despedí en diferido

de la chica martes 

un domingo.


Viví en una burbuja en Vallecas

y conocí a sus amigos y familia a través 

de su boca y fotos.


Exprimí naranjas y momentos en su casa

adoptamos un limonero

y me compró paracetamol.


Nos mudamos de mentira

sabiendo que era ficción

y compartimos vulnerabilidades

en el cuello, sofá y edredón. 


Nos dio tiempo a casi todo,

también a remolonear. 

Y qué gusto, joder, 

hacerlo en su pecho 

y sin prisas.


Una vez conocí a la chica martes

me tocó la guitarra sin saber

y ahora dice gracias cuando alguien

le recuerda lo genial que es.


La chica martes se mueve en bici

ha sido payasa

tiene cuatro hermanas

una sobrina prioridad

tomate triturado en la nevera

un pueblo de recuerdos

una terraza gigante 

un proyecto de huerto

un TOC con el fregadero

una mochila consciente

una sonrisa preciosa

un rapadito mordible

una tripilla gorila

los ojos verdes 

y la necesidad de sentirse y estar

con ella. 


Una vez conocí a la chica martes

y un día a la semana no bastó

porque con ella dan ganas

de pasarse el resto de días 

y hacerlo sería un error.


La chica martes lo sabe tan bien

como yo.


Por eso despedirnos sin quererlo 

es un gesto enorme de amor y respeto.


Me da coraje que no la conozcáis 

pero hay historias y personas 

que son de una y de nadie más. 


Si un día os la encontráis cerrando bares

trabajando para los demás,

o hablando del poder de la colectividad

con pasión y solidaridad

decidle de mi parte lo importante:


Que los martes ahora se escriben con L

que ha sido una suerte no buscada

que la pienso y sonrío

que la guardo en una caja de sinceridad

donde solo cabe lo bien hecho

y que, si no nos volvemos a cruzar, 

que precioso ha sido (pre)quererla

bien y en libertad.  

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