martes, 26 de abril de 2022

Sobre el adiós y las despedidas

¿Que es más difícil, quedarse cuando alguien se va o decidir marcharse cuando te quieres quedar? ¿Aceptar la partida de otro o emprender el camino de ida sin vuelta? ¿Están las despedidas sujetas al destino o es la muerte el único adiós definitivo? ¿Debemos prepararnos para aceptar un punto y final aunque exista la posibilidad de que el tiempo lo convierta en punto y aparte? 

Crecer es aprender a despedirse. Identificar donde no es y salir de ahí porque ya no. Sin embargo, nadie nos enseña a despedirnos. A la gente se la termina conociendo por su manera de marcharse y hay finales que empañan cualquier pasado. 

Más importante que el qué es el cómo; cómo te vas, cómo lo dices, cómo lo cumples. Hay una diferencia enorme entre irse y abandonar; lo primero puede ser un acto de amor (propio o ajeno), lo segundo es cobardía disfrazada de crueldad. Que se mueran los que se marchan sin más, qué menos que decir que te vas. 

Hay quienes se quedan cuando hace mucho que se fueron, de cuerpo presente y corazón futuro, estar sin ser. Aguantar por miedo a soltar.

Otros se van sin mirar atrás, huida hacia adelante y donde dije digo ya no digo nada más. Mutis por el foro que esto ya no va conmigo. 


Una vez me despedí tantas veces de la misma persona que creí ganarle el pulso al adiós. Y perdí. Hizo falta agotar la esperanza y pasar el duelo para volver siendo otras diferentes, alejadas de aquellas que fuimos y ya no somos. A veces pasa, pero no creo que sea lo común. 


La mayoría de las veces no he sabido marcharme a tiempo. No he sabido, ni siquiera, identificar que ya no quería estar, primer paso para emprender cualquier viaje.


Qué difícil es decir adiós, qué difícil irse, que difícil quedarse cuando te despiden, pero qué necesario saber hacerlo. 


Y mantenerlo cuando consigues marcharte. 

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