jueves, 24 de noviembre de 2011

Punto y aparte

Ella encontró la caja que buscaba a la primera. Estaba bajo la cama justo debajo de donde apoyaba la cabeza en la almohada; por alguna extraña superstición pensó desde el principio que así dormiría mejor. Abrió la caja del vacío donde guardaba nada y se dispuso a hacer limpieza de corazón. Descolgó del techo los reproches que habían anidado como telas de araña, despegó de la pared el drama y recogió del suelo los pedacitos de tristeza que un día cayeron como lágrimas; buscó en el armario y vació uno a uno los bolsillos de frustración y rabia. Una vez empezada la faena pensó en emplearse a fondo, así que buscó también bajo el sofá restos de ironías malsonantes y encontró un puñado de malentendidos que habían encontrado allí cobijo. 
Bajo las sábanas, exigencias; en la nevera, discusiones congeladas. Aquella colección de errores le dió tanto frío que tuvo que parar unos minutos para taparse con la manta del miedo y beber algo de té caliente-de-valientes. Después de horas de reflexión, envolvió todo aquello con papel de perdón no sin antes seleccionar las sonrisas, el cariño y las caricias que se habían colado en tan poco tiempo, pues pensó que en este caso no sería un error guardar solamente los días más gratos y olvidar los demás... 
Su caja del vacío donde guardaba nada había aumentado su tamaño hasta ajustarse a todo ese amasijo de experiencias que, una vez exprimidas, ya no servían de nada. Cuando hubo terminado, se sintió aliviada, ligera, risueña, con fuerzas y perdonada. Mientras se hacía un café-de-las-nuevas-oportunidades y agarraba las galletas-esperanzadas, se sentó en su escritorio, abrió su cuaderno nuevo, y en la primera página impar escribió la fecha de hoy. Debajo, un título en grande...

DÍA I

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