Una cama de Ikea, el iMac,
una estantería y un espejo.
Una mesa blanca, un corcho con fotos,
un disco duro y el iPhone.
Un par de tenis,
la ropa que hay dentro de un armario empotrado,
mis calcetines desparejados
y un par de cuadros de Nueva York.
Los libros de edición, los ensayos, las novelas
y una lámpara de pie.
Una pared con estrellas y un techo estrellado.
¿El motivo?
Es sencillo:
las ganas de verte no me caben en el cuarto.